AJENOS A LA REALIDAD

Hoy, dando un paseo por la ciudad, me sorprendió una tremenda cola de gente que ocupaba toda la acera. Me fijé en cartel de la puerta, Oficina de Empleo, decía. Para mí me dije, mejor sería llamarle “Oficina de Desempleo”.
Me senté en un banco cercano, y, con mis ojos ya cansados, disimuladamente, observé aquellos rostros que formaban en la cola. Y vi:
Rostros jóvenes, desencajados.
Rostros, ya con arrugas, desilusionados.
Rostros tristes, ansiosos de esperanzas.
Rostros de niños, asidos a la mano de su madre, mirando tristes las galletas del escaparate cercano.
Manos rudas, incapaces de gesticular, labradas por el rudo trabajo de muchos años.
Zapatos rotos, pidiendo a gritos que los sustituyan.
Currículos en manos inquietas, sabiendo que, al final, solo sirven para cumplir una formalidad.

Y salió un conserje a la puerta y gritó:
-Sólo se reparten veinte números, los demás, vengan mañana.

Otro mañana, ¿cuándo será hoy?

Y entonces vi pasar por la calle un coche de lujo: un coche negro, Audi último modelo.
Y vi, sentado en el asiento trasero, leyendo el periódico, al Presidente de mi Comunidad Autónoma.
Seguro, iba leyendo la crónica diaria, llena de alabanzas, que el periodista “pelota”, escribe a diario.
Seguro, iba leyendo, que ayer inauguró un parque infantil.
Seguro, iba leyendo, que mañana viajará al extranjero, para no sé qué gestión. Tampoco él lo sabe, pero viajará con su séquito de aduladores, y hará turismo gratis.
Seguro iba pensando en el nuevo chalet que se está construyendo.
Seguro iba pensando que a su esposa no le hace mucha gracia el mármol que ella misma escogió.
Seguro iba pensando en las componendas políticas para las próximas elecciones. No se quedará fuera del gobierno.

Pero el Presidente de mi Comunidad Autónoma, no levantó la mirada. No quiso ver la cola de la desesperanza. No quiso ver los rostros desencajados; no quiso ver el deseo de aquel niño; no quiso ver a los jóvenes cabizbajos.

Mi Presidente, no quiso ver la miseria. Esta tarde hará una visita a su nuevo chalet, y dará órdenes de que la sauna la coloquen en aquel rincón.

¡MI PRESIDENTE, NO QUISO VER LA REALIDAD!